Perú bajo el sable dictatorial
Por: Manuel Seoane (*)
A bordo, diciembre de 1930
Y es que el Perú se encuentra, ahora, bajo el sable dictatorial. Sánchez
Cerro ha suplantado a Leguía, pero no ha variado sus métodos. La única
diferencia estriba en que Leguía era civil y Sánchez Cerro es un militar. Esto,
lejos de beneficiar al país, lo perjudica. Sánchez Cerro es un hombre ignorante,
vanidoso, despótico. Desde que era cadete se hacía llamar el “dictador”. Se
cree un elegido de la Providencia para salvar al país. Esta opinión, que él
solo comparte, le hace exclamar: “En el Perú todos son unos “cholos” estúpidos,
canallas, imbéciles. Yo tengo mucha sustancia gris en mi cabeza y no necesito
ni de constitución ni leyes. Me basta con mi cerebro. Gobernaré al Perú ocho
años y luego diré a los imbéciles de los peruanos: “Ustedes me entregaron esta
zapatilla vieja; yo os devuelvo este crisol. Después me dedicare a sembrar
algodón”.
Lógicamente hombres que defendemos ideales populares y los derechos de las
clases trabajadoras, somos sus enemigos irreconciliables. El no quiere
democracia ni elecciones verdaderas. Quiere hacer del Perú un cuartel. Las
persecuciones han sido crueles y ya ha corrido mucha sangre de obreros. El
Partido Aprista Peruano, de tendencia socialista, ha sido duramente atacado. A
su jefe, Haya de la Torre, se le ha impedido el ingreso al país. Y a todos
nosotros, líderes del movimiento, se nos va deportando, sin ninguna forma de
proceso.
Lejos de mejorar la situación política, ésta ha empeorado. La crisis
económica, muy aguda a causa de que la depresión mundial de la industria hizo
disminuir los productos peruanos de exportación: cobre, algodón, azúcar y ha
repercutido provocando desocupación y miseria. Sánchez Cerro solo acierta a
repetir azotes a todos los que protestan. En lugar de recoger las aspiraciones
populares se ha aliado a la vieja casta aristocrática, conservadora, que ahora
se defiende con él, como con un buen boxeador.
Los once años de dictadura que Perú vivió bajo Leguía habrán de prolongarse
por un tiempo más. En vez de iniciarse un serio proceso democrático, el país
retrocede a formas primitivas de caudillismo militar. Sánchez Cerro, que al
principio pareció encarnar principios nacionalistas, ahora es un hombre
resuelto a quedarse en el poder a cualquier precio. Este precio,
desgraciadamente, consiste en el abuso de la fuerza y en mostrarse dócil a los
grandes banqueros y empresas extranjeras, que lo utilizan como su instrumento,
conjuntamente con la clase feudal del país. El actual ministro de Hacienda
señor Olaechea, es también abogado de Seligman y Co., la firma norteamericana a
lo que el Perú debe 150 millones de dólares. Si el ministro es un buen abogado
no puede ser buen ministro y viceversa. Sin embargo, ejerce los dos cargos.
Se vive, pues, una atmosfera de terror. Acaba de dictarse una absurda ley
de imprenta que castiga con prisión a todos los que, por escrito, ataquen al
gobierno. A los que lo combaten de palabras, les serán aplicados penas mayores.
Perú sufre, por tanto, una tiranía brutal. Sin embargo, como la aspiración
democrática es fuerte, no será extraño que, cualquier día, se produzca otro
golpe militar, que al principio se llamará libertador, pero después también
será dictatorial. Perú entra a otra etapa de caos militar. Solo después de unos
años de dolorosas experiencias podrán gobernar los partidos civiles del pueblo.
Si los dejan.
(*). Revista CLARIDAD
(Copywrigth by the Federated Prese)
No hay comentarios:
Publicar un comentario