martes, 28 de enero de 2020

EL APRISMO COMO ESPÍRITU


EL APRISMO COMO ESPÍRITU

Por: Manuel Seoane Corrales
Nuestro partido no limita su esfera de acción a la coincidencia ideológica. Toma al hombre en su integridad. Es decir que no le basta la homogeneidad de opiniones político sociales, sino que procura la unidad en el espíritu, en la conducta, en la vida.
En este país enfermo de excepticismo, de molicie, de viveza criolla, es necesario resucitar un sentido varonil y nuevo. Los peruanos suelen ser pesimistas, indiferentes. Por entre esas blandas filas se abren paso los audaces, los timoratos, los oportunistas. Esto explica los desgobiernos del pasado y ciertas candidaturas presentes. Nosotros significamos una nueva conducta, una nueva actitud. Queremos adecentar la política, ha dicho Haya de la Torre. Es decir, queremos que la política no sea un tráfico, un tablado de demagogias, una sociedad de asalto al presupuesto, sino una hermosa empresa colectiva para el bien del país.
Para realizar esta empresa renovadora no basta, repetimos, la coincidencia en los programas. Es preciso, ante todo, un limpio sentido de la acción personal, una noble-vocación para el bien. Por eso los apristas somos, ante todo, una fraternidad. Nos sentimos hermanos en una causa de justicia. Los peligros de ayer y las asechanzas de hoy han hecho que nuestras filas respondan también a un recóndito imperativo de hermandad. Dentro de nuestras agrupaciones los hombres somos hermanos. Nos interesan los compañeros no tanto como electores, sino como individuos. Por eso el aprismo abarca también el consejo sincero, la orientación en la conducta. Todos y cada uno de los apristas somos cordiales centinelas y mutuos apoyos en esta obra gigantesca.
Consiguientemente nuestros locales no solamente se preocupan de inscribir ciudadanos, sino de sembrar ideas, de enseñar con el ejemplo y con la acción. Las Universidades Populares que han comenzado a funcionar en algunas partes armonizan su esfuerzo con las bibliotecas, las secciones femeninas, las secretarias de disciplinas y con esa atmósfera de optimismo y renuevo que flota en todas nuestras reuniones.
Y esta es, sin duda, una de nuestras mejores contribuciones al presente político del país. Vencedores o vencidos habremos dado el ejemplo de un partido de desinterés, edificado alrededor de principios socialistas y con el esfuerzo heroico de todos y cada uno de sus afiliados.
Y quedará una corriente de auténtica vitalidad. Los apristas seremos siempre nuevos en el sentido humano, es decir hombres limpios de toda pasión inferior, abiertos a toda sugerencia, optimistas y decididos. Es decir, constituiremos una fraternidad vigorosa que dará nuevas notas de virilidad en este ambiente enfermizo del país. Nuestra renovación no sólo será política. Será también renovación espiritual.

La Tribuna, 5 de agosto de 1931.


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