viernes, 18 de junio de 2021

Contra los Sufraguistas

 

CONTRA LOS SUFRAGUISTAS

Manuel A. Seoane Corrales

I

Interesa, fundamentalmente, una transformación en el sistema socio-económico del país, regida por normas científicas de justicia distributiva y de acuerdo a las características del medio.

No se debe equivocar el objetivo de la lucha procurando una inútil reivindicación de fórmulas políticas, que son nada más medios y no fines.

Hay que ir más allá del sufragio y de las instituciones democráticas.

Ambas cosas han constituido el espejismo que entretuvo y esterilizó la acción de la social-democracia, haciéndola luchar por realidades inaplicables al riguroso presente histórico. No debemos caer en el mismo error.

II

Simplistamente parece obvio que, si se otorgan seguridades para la emisión del voto, la mayoría elegirá a individuos que representen y realicen sus aspiraciones. De manera que una transformación social a beneficio del mayor número, sería simple cuestión de honestidad en el sufragio.

¿Pero esto ocurre en los países donde el voto secreto y obligatorio es una realidad? Ciertamente, no.

Es que los defensores del sufragio presuponen resuelto un problema de conocimiento, que no lo está.

La realidad indica que el acto psíquico de votar es un resultado complejo de factores que ejercen coerción subconsciente: la educación, la tradición, la ignorancia, la propaganda, etc., reducen a una mera ilusión la supuesta libertad consciente del votante.

Henri de Man, en su discutible Mas allá del Marxismo dice certeramente: “no es posible gobernar en las asambleas griegas o germanas. Buscando la soberanía parlamentaria nos hemos encontrado con la soberanía de los partidos y queriendo entregar el poder a la opinión pública, lo hemos puesto en manos de los propietarios de los periódicos”.

En estas condiciones, las elecciones honradas sólo se diferencian de las elecciones nuestras, en que unas son actos de prestidigitación e ilusionismo y las otras burdos manotones de poder. La masa, el “número” que dice Barbusse,1 sólo figura en el decorado.

III

Y es que las causas hondas de este problema se confunden con los de la cultura.

El ejercicio del voto en una democracia auténtica es la función más alta que desempeñaría el ciudadano. Asume caracteres realmente sagrados.

Pero como el gobierno de una nación es, actualmente, y cada día más, obra de la ciencia, de especialistas, de alta y sólida cultura, no se podrá votar conscientemente sino se posee un mínimo caudal de conocimientos político-económicos.

Por eso exclama Bernard Shaw en el prólogo de Hombre y Super-hombre: “¿Qué probalidades tendrá la democracia, que necesita a toda una población de votantes capaces, de críticos políticos? ¿Dónde se encontrará hoy tales votantes?. En ninguna parte”.

Y luego añadirá en “Máximas para revolucionistas”: “Si el espíritu inferior puede medir al superior, como un metro puede medir una pirámide, el sufragio tendría razón de ser. Tal como están las cosas, el problema político queda sin solución”.

Sin embargo, el que estuvo un año en primeras letras, como el indiferente que sólo se preocupa de su estómago, como el que no sabe nada de nada, concurrirán a votar, contribuyendo a dar vida al espejismo de que la mayoría se gobierna efectivamente.

Observándolo, Orgaz ya hizo notar que hay una contradicción de especie: el criterio cualitativo del gobierno, con el criterio cuantitativo de las elecciones.

En su sentido profundo, la Democracia se hace Farsa.

IV

Por otra parte, como recientemente, advirtió Ernesto Nelson, mientras la educación se restringe, el sufragio se amplía.

El sistema educacional tiene forma de embudo. Los requisitos que exige Estado, el carácter exclusivamente racionalista de las calificaciones, las deficiencias del sistema y sobre todo las dificultades en la lucha por la vida, van raleando, segura y lentamente, las nutridas filas de alumnos de las escuelas primarias para destilar apenas unas decenas que cumplen un ciclo de cultura superior. Y estas mismas decenas surgen domesticadas por el carácter tendencioso de la educación actual o por sus claras conveniencias individuales.

¡Qué moldeable aparece así la masa y qué instrumento falaz y utilísimo el sufragio!

Por eso cada vez es más extenso el círculo de votantes y por eso las mujeres van encontrando menos obstáculos para sus exigencias. En nombre de una igualdad a priori no se vacila en invitar a un proceso de elección, cualitativo, a los que no aportan cualidades específicas. Con igual engañifa sentimental o calculada podría someterse a votación los grandes enigmas de la ciencia.

Mientras la política sea, y lo será quizás siempre, una tarea de especialistas, el sufragio universal tiene relativa validez. En todo caso, es admisible el pronunciamiento sobre las líneas generales de la política. Pero para eso es menester, al mismo tiempo que otorgar el voto, otorgar las oportunidades de cultura.

¿Iniciar entonces la conquista de la cultura, como antes se hizo con la conquista del sufragio universal? Advirtamos que sí aquella es actualmente monopolio del Estado, hay que acometer la conquista de este, por el camino que esté expedito.

V

Hablar de una transformación peruana a base del voto, es risible. Nuestro analfabetismo, por si desapareciese la acción interesada de la clase dominante, es sencillamente trágico.

Nuestra fórmula tiene que ser otra.
Debe interesarnos el fin y no el medio. O sea la adaptación del régimen social a la justicia. Cuando la sociedad haya cambiado, se podrá invertir el embudo burgués. Y la educación íntegra, para los más. Entonces sí, adquirida conciencia plena en cada ciudadano, el sufragio será expresión del gobierno consciente de la mayoría. Recién habrá nacido la Democracia.

Si nace.


Buenos Aires, agosto de 1928

Amauta (Lima) 3:18 (setiembre de 1928): pp. 78-81.

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