CONTRA LOS SUFRAGUISTAS
I
Interesa, fundamentalmente, una transformación en el sistema socio-económico del país, regida por normas científicas de justicia distributiva y de acuerdo a las características del medio.
No se debe equivocar el objetivo de la lucha procurando una inútil
reivindicación de fórmulas políticas, que son nada más medios y no fines.
Hay que ir más allá del sufragio y de las instituciones democráticas.
Ambas cosas han constituido el espejismo que entretuvo y esterilizó la
acción de la social-democracia, haciéndola luchar por realidades inaplicables
al riguroso presente histórico. No debemos caer en el mismo error.
II
Simplistamente parece obvio que, si se otorgan seguridades para la emisión
del voto, la mayoría elegirá a individuos que representen y realicen sus
aspiraciones. De manera que una transformación social a beneficio del mayor
número, sería simple cuestión de honestidad en el sufragio.
¿Pero esto ocurre en los países donde el voto secreto y obligatorio es una realidad? Ciertamente, no.
Es que los defensores del sufragio presuponen resuelto un problema de
conocimiento, que no lo está.
La realidad indica que el acto psíquico de votar es un resultado complejo
de factores que ejercen coerción subconsciente: la educación, la tradición, la
ignorancia, la propaganda, etc., reducen a una mera ilusión la supuesta
libertad consciente del votante.
Henri de Man, en su discutible Mas allá del Marxismo dice
certeramente: “no es posible gobernar en las asambleas griegas o germanas.
Buscando la soberanía parlamentaria nos hemos encontrado con la soberanía de
los partidos y queriendo entregar el poder a la opinión pública, lo hemos
puesto en manos de los propietarios de los periódicos”.
En estas condiciones, las elecciones honradas sólo se diferencian de las
elecciones nuestras, en que unas son actos de prestidigitación e ilusionismo y
las otras burdos manotones de poder. La masa, el “número” que dice Barbusse,1
sólo figura en el decorado.
III
Y es que las causas hondas de este problema se confunden con los de la
cultura.
Pero como el gobierno de una nación es, actualmente, y cada día más, obra
de la ciencia, de especialistas, de alta y sólida cultura, no se podrá votar
conscientemente sino se posee un mínimo caudal de conocimientos
político-económicos.
Por eso exclama Bernard Shaw en el prólogo de Hombre y Super-hombre:
“¿Qué probalidades tendrá la democracia, que necesita a toda una población de
votantes capaces, de críticos políticos? ¿Dónde se encontrará hoy tales
votantes?. En ninguna parte”.
Y luego añadirá en “Máximas para revolucionistas”: “Si el espíritu inferior
puede medir al superior, como un metro puede medir una pirámide, el sufragio
tendría razón de ser. Tal como están las cosas, el problema político queda sin
solución”.
Sin embargo, el que estuvo un año en primeras letras, como el indiferente
que sólo se preocupa de su estómago, como el que no sabe nada de nada,
concurrirán a votar, contribuyendo a dar vida al espejismo de que la mayoría se
gobierna efectivamente.
Observándolo, Orgaz ya hizo notar que hay una contradicción de especie: el
criterio cualitativo del gobierno, con el criterio cuantitativo de las
elecciones.
En su sentido profundo, la Democracia se hace Farsa.
IV
Por otra parte, como recientemente, advirtió Ernesto Nelson, mientras la
educación se restringe, el sufragio se amplía.
El sistema educacional tiene forma de embudo. Los requisitos que exige
Estado, el carácter exclusivamente racionalista de las calificaciones, las
deficiencias del sistema y sobre todo las dificultades en la lucha por la vida,
van raleando, segura y lentamente, las nutridas filas de alumnos de las
escuelas primarias para destilar apenas unas decenas que cumplen un ciclo de
cultura superior. Y estas mismas decenas surgen domesticadas por el carácter
tendencioso de la educación actual o por sus claras conveniencias individuales.
¡Qué moldeable aparece así la masa y qué instrumento falaz y utilísimo el
sufragio!
Por eso cada vez es más extenso el círculo de votantes y por eso las
mujeres van encontrando menos obstáculos para sus exigencias. En nombre de una
igualdad a priori no se vacila en invitar a un proceso de elección,
cualitativo, a los que no aportan cualidades específicas. Con igual engañifa
sentimental o calculada podría someterse a votación los grandes enigmas de la
ciencia.
Mientras la política sea, y lo será quizás siempre, una tarea de
especialistas, el sufragio universal tiene relativa validez. En todo caso, es
admisible el pronunciamiento sobre las líneas generales de la política. Pero
para eso es menester, al mismo tiempo que otorgar el voto, otorgar las
oportunidades de cultura.
¿Iniciar entonces la conquista de la cultura, como antes se hizo con la
conquista del sufragio universal? Advirtamos que sí aquella es actualmente
monopolio del Estado, hay que acometer la conquista de este, por el camino que
esté expedito.
V
Hablar de una transformación peruana a base del voto, es risible. Nuestro analfabetismo, por si desapareciese la acción interesada de la clase dominante, es sencillamente trágico.
Nuestra fórmula tiene que ser otra.
Debe interesarnos el fin y no el medio.
O sea la adaptación del régimen social a la justicia. Cuando la sociedad haya
cambiado, se podrá invertir el embudo burgués. Y la educación íntegra, para los
más. Entonces sí, adquirida conciencia plena en cada ciudadano, el sufragio
será expresión del gobierno consciente de la mayoría. Recién habrá nacido la
Democracia.
Si nace.
Buenos Aires, agosto de 1928
Amauta (Lima) 3:18 (setiembre de 1928): pp. 78-81.
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