SOLO UN HOMBRE
Por:
Serafín Delmar
En el Perú, la
política era un negocio de casta, donde los más pícaros asaltaban el poder,
algunas veces nimbados por la aureola de ser técnicos en el manejo de sustraer
los fondos de la Nación. Vino el Apra con su sentido amplio de democracia
funcional, y se derrumbó este negocio; pero el Apra no solamente traía
democracia, sino un contenido de energía moral, herocidad, grandeza de
sacrificio, inmolación, que confundieron a los enemigos del Perú hasta
empujarlos a su última barricada: la tiranía.
Al aprismo se
debe que s
e haya impuesto la política como una función ennoblecedora que crea y
afirma. Así hoy la política no es solo patrimonio de un pequeño grupo, sino de
todo el país. Y el que todo el país haya despertado es lo que nunca perdonaran
al Apra los “civilistas”.
El aprismo no
habría podido imponerse solamente con ideas, sino hubiera tenido hombres que
respaldan esos principios con su vida de entrega a la acción. El mayor de estos
hombres, todos saben, es Haya de la Torre, nuestro jefe máximo y figura simbólica
de la juventud indoamericana, trayectoria orgullosa, que siendo el cerebro que
conduce y dirige el partido, puede ser la síntesis del Perú. A este equipo
pertenece Luis Heysen.
Heysen es el más
popular de los lideres apristas por su hombría intelectual. Unos ven en él al
conductor temerario que desprecia su vida; otros, al frio dirigente que mide
cada paso de su acción. Ni una ni otra cosa es Heysen. Él es un realista que
tiene una actitud para cada momento político.
Y para ser
realista, Heysen necesitó pasar por el dolor y el sufrimiento, por la cárcel y
la persecución. Trayectoria que no logró hacer de él ni héroe ni santo, ni
victima ni mártir, sino un hombre. Su realismo es energía viviente, que por
nada abandonaría la acción peligrosa por la vida fácil de evasión. No porque le
gusta vivir peligrosamente, sino porque comprende que un líder debe afrontar
todos los peligros sin abandonar su puesto. Sólo se puede confiar en aquellos
que saben ser conductores en las horas de peligro. Y Heysen ha mostrado serlo.
Pero él no solamente es hombre de acción; es también un espíritu incorruptible
para comprender las cosas. De allí que sea doblemente interesante su
personalidad. Si no tuviera un fino y profundo espíritu, apenas sería un
político mediocre o no sería nada.
Así es Heysen: un
político de una recia contextura moral para mantener sus ideas, defenderlas y
sufrir por ellos. Ideas que están respaldados por su vida de acción y entrega
absoluta a la causa del pueblo. Todo él es una perseverancia; una voluntad que
llegará a dominar su destino.
Las vidas de
hombres como Heysen son un ejemplo. Y el ejemplo es lo que liga más en el
aprismo.
(“CLARIDAD” de
Buenos Aires, Abril de 1938, Año XVII, Num. 324)