lunes, 28 de marzo de 2022

SOLO UN HOMBRE (LUIS HEYSEN)

 SOLO UN HOMBRE

Por: Serafín Delmar

En el Perú, la política era un negocio de casta, donde los más pícaros asaltaban el poder, algunas veces nimbados por la aureola de ser técnicos en el manejo de sustraer los fondos de la Nación. Vino el Apra con su sentido amplio de democracia funcional, y se derrumbó este negocio; pero el Apra no solamente traía democracia, sino un contenido de energía moral, herocidad, grandeza de sacrificio, inmolación, que confundieron a los enemigos del Perú hasta empujarlos a su última barricada: la tiranía.

Al aprismo se debe que s
e haya impuesto la política como una función ennoblecedora que crea y afirma. Así hoy la política no es solo patrimonio de un pequeño grupo, sino de todo el país. Y el que todo el país haya despertado es lo que nunca perdonaran al Apra los “civilistas”.

El aprismo no habría podido imponerse solamente con ideas, sino hubiera tenido hombres que respaldan esos principios con su vida de entrega a la acción. El mayor de estos hombres, todos saben, es Haya de la Torre, nuestro jefe máximo y figura simbólica de la juventud indoamericana, trayectoria orgullosa, que siendo el cerebro que conduce y dirige el partido, puede ser la síntesis del Perú. A este equipo pertenece Luis Heysen.

Heysen es el más popular de los lideres apristas por su hombría intelectual. Unos ven en él al conductor temerario que desprecia su vida; otros, al frio dirigente que mide cada paso de su acción. Ni una ni otra cosa es Heysen. Él es un realista que tiene una actitud para cada momento político.

Y para ser realista, Heysen necesitó pasar por el dolor y el sufrimiento, por la cárcel y la persecución. Trayectoria que no logró hacer de él ni héroe ni santo, ni victima ni mártir, sino un hombre. Su realismo es energía viviente, que por nada abandonaría la acción peligrosa por la vida fácil de evasión. No porque le gusta vivir peligrosamente, sino porque comprende que un líder debe afrontar todos los peligros sin abandonar su puesto. Sólo se puede confiar en aquellos que saben ser conductores en las horas de peligro. Y Heysen ha mostrado serlo. Pero él no solamente es hombre de acción; es también un espíritu incorruptible para comprender las cosas. De allí que sea doblemente interesante su personalidad. Si no tuviera un fino y profundo espíritu, apenas sería un político mediocre o no sería nada.

Así es Heysen: un político de una recia contextura moral para mantener sus ideas, defenderlas y sufrir por ellos. Ideas que están respaldados por su vida de acción y entrega absoluta a la causa del pueblo. Todo él es una perseverancia; una voluntad que llegará a dominar su destino.

Las vidas de hombres como Heysen son un ejemplo. Y el ejemplo es lo que liga más en el aprismo.

(“CLARIDAD” de Buenos Aires, Abril de 1938, Año XVII, Num. 324)